La soberbia académica y otros males profesionales

Natalia Grant
5 min readNov 9, 2020

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La semana pasada descubrí con muchísima vergüenza que la supuesta democratización de la educación me aterroriza, sobretodo si viene empaquetada como hamburguesas, y varia su precio si se le añade soda y papas fritas.

Es casi ridículo, inadmisible e impensable que esté diciendo esto, pues soy alguien que se considera nativa digital y casi toda mi expertise la adquirí en internet, blogs, libros, conferencias y mucho ensayo-error, sumado a que soy amante del conocimiento abierto y para todos. Bueno, tal vez aquí también radique la soberbia. “Si algunos aprendemos solos ¿por qué los demás no?”

Universidades Medievales, no encontré la fuente, y mi soberbia casi me impide publicar el artículo por no saber el origen de este recurso.

Miremos que nos dice la RAE, sobre la definición de soberbia en su segunda asepción

Soberbia. 2. f. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.

Sobresalir desde muy temprana edad en entornos académicos, y obtener reconocimiento de tus pares o superiores te forja este músculo inmundo que te hace pensarte “mejor o superior” porque aprendes más rápido, o porque comprendes y conectas diferentes temas de una manera más ágil y construyes los propios. Esto también, dependiendo del entorno en el que creeces, te empodera o te condena el bullying de por vida. Aunque ya hemos visto que algunos luego usan ese poder y resentimiento para adoctrinarte y que compres sus productos o servicios.

No es gratuito que la mayoría de líderes tecnológicos hayan renunciado a sus costosas universidades, porque sus capacidades fueron superiores para los estándares que imponía el sistema educativo o porque siempre estuvieron en contra de formatos tradicionales. Podríamos casi afirmar que innovar es el resultado de una forma de rebeldía contra un modelo educativo establecido (pero eso lo dejaremos para los que quieran hacer alguna tesis doctoral al respecto).

La desiguladad educativa y/o económica

Hace muchos años dando clase en una prestigiosa universidad colombiana, de la que renuncié un poco frustrada, noté que una de mis estudiantes, inifintamente brillante daba exposiciones muy genéricas y aburridoras frente a sus compañeros, pero luego se acercaba a mí a profundizarla con una increíble lucidez. Sobresalir para ella no era importante, sobretodo por temor al bullying. Se había condenado a ser parte del montón por muchísimos complejos desarrollados en su entorno y a jamás levantar la mano cuando era la única que había leído todos los textos o visto los videos, que en mi caso como docente no superaban una página o los tres minutos.

Este desbalance histórico en el entorno educativo, donde se mezclan los que aprender por amor al conocimiento y los que están obligados porque para sus progenitores sólo el que estudia “es alguien en la vida”, es lo que hace que las posibilidades de formación en línea y los formatos independientes se conviertan en supremanente atractivos, útiles, funcionales y rentables. Sumado a que quienes no tenían los recursos para “ser alguien en la vida”, ya pueden serlo viendo videos de 10 minutos y finalizando cursos de 2 horas, o tomando módulos eternos de 2 horas en 12 sesiones de manera gratuita.

Lamentablemente, así estos cursos en línea ya no tengan estructuras académicas ortodoxas, seguirán expidiendo y negociando un certificado, pues Los Títulos, un concepto bastante Real y monárquico, son al final lo que te da reputaciónt social de la que sigue siendo bastante dificil desprenderse sobretodo en este postcolonialismo inagotable en el que algunas regiones vivimos.

En mi caso particular, crecí con tanta soberbia académica, que esperé 7 años por un crédito-beca para estudiar en una de las mejores universidades del mundo (a la que paradójicamente no pude regresar para recibir mi título por demoras en el visado). Estaba tan convencida de ser buena y experta en mi área que “yo” no podía estudiar en cualquier lado, mi ego necesitaba una validación excelsa, que me posicionara o validara lo que yo misma hice a punta de internet. Al final, aunque las nuevas generaciones lo critiquen, yo sigo creyendo en la Universidad pero no como centro de formación si no como centro de investigación y de contactos. Todos los días agradezco el nivel de infraestructura al que tuve acceso y los contactos que realicé. (Y sí, hay disciplinas del conocimiento que requieren infraestructura como laboratorios de experimentación)

Pero bueno, como este asunto no es sobre mí, sino sobre muchos que padecen lo mismo, no quisiera perder el impulso de este post para caracterizar este pequeño mal que me acongoja y me impide tomar cualquier curso en línea por demanda, puesto que aún hoy cuando la oferta está al alza, incluyendo a las universidades más reputadas del mundo, no logro concentrarme ni dejar de pensar en la forma “políticamente correcta” de dar o recibir clase. (Aún a sabiendas de que hay mil maneras de enseñar y mil maneras de aprender)

Características de la soberbia académica.

  1. Los títulos, nombre y años de experiencia de la persona, priman sobre el contenido que imparte. Y sí, yo no tomo un curso si la persona no tiene algún reconocimiento previo en su sector y/o al menos no está bien posicionada en google.
  2. Si quien imparte el curso tiene menos de 3 años de experiencia o de graduado(a) y se autodenimina experto. Perdón pero no lo soporto, aunque fui declarada experta a los 25 años, jamás me autodenominé como tal hasta cumplir 10 años en el campo.
  3. No confías en contenidos o información que no tenga fuentes oficiales y/o verificables.(libros, papers, etc). Sí, me encantan las historias de vida pero no referenciar algo ni darle crédito a alguien me parece gravísimo. Me sobresalto cuando veo todos eso gráficos de innovación y design thinking sin mencionar su origen o a donde pertenecen.
  4. El uso correcto del lenguaje es igual o más importante que lo que se habla. Un tutor haciendo mal uso del lenguaje pierde mi atención por completo, problemas de dicción, mala conjugación, o “de queismo”. Sí yo también doy clases y soy coloquial, y me culpo cuando se me salen gazapos porque me juzgo con esta vara.
  5. Saber hacer no es saber enseñar, del mismo modo y en el sentido contrario. Me encanta cuando quien imparte un curso es alguien experimentado en su área, pero me frustra cuando sus habilidades de transmisión del conocimiento no logran enganchar a la audiencia.

Si bien he tratado de irme curando de este problema profesional, llevo más de tres años evitando dar curso o charlas virtuales hasta no tener la rigurosidad académica y no caer en los lugares comunes que suelo ver en el mercado, sin embargo definitivamente estoy privándome de aprender y enseñar cosas que la gente necesita. Así que espero dejar la soberbia y con humildad aprender de quienes ya saben cómo enseñar en este contexto donde todos estamos en capacidad de ser profes.

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A propósito les dejó la única charla virtual que me atreví a dar desde el 2017.

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Natalia Grant

UX juggler, usability freak and digital nomad. Devoted to knowledge, leadership and team well-being.